Un nuevo neoliberalismo en Colombia

Las bases del Plan de Desarrollo: Prosperidad Para Todos: más empleo, menos pobreza y más seguridad, bitácora de las políticas institucionales en el país durante el próximo cuatrienio, de entrada, realiza un diagnóstico errado que sólo podría ser señalado de cándido o absurdamente cínico. Y como dice el refrán lo que empieza mal…

Se insiste que “durante la última década el país cambio de rumbo” y se exponen los “avances” registrados en términos del crecimiento económico, los niveles de la inversión extranjera directa en el país y las exportaciones entre un par adicional de datos cuidadosamente selectivos. Pero, incluso, manteniendo las cifras expuestas para nadie es un secreto que durante la última década los indicadores socioeconómicos colombianos exhibieron más bien registros preocupantes y los fingidos avances, cuando se colocan en perspectiva comparada ya sea con los países de la región o con el mundo, manifiestan una mediocridad meridiana. Los demás números – especialmente, los sociales – y la realidad en este terreno, tampoco dejan mentir.

En los últimos años los progresos – si es que los hubo, más allá de dos o tres registros de alto impacto para el Gran Capital (y las transnacionales, sobre todo) pero de bajo impacto social (para las mayorías cada vez más empobrecidas en Colombia) – fueron exiguos y un análisis serio y en  conjunto de la economía colombiana revela grandes y graves retrocesos.

Ya en diciembre de 2009, el diario económico oficialista Portafolio – de la Casa Editorial El Tiempo, de la familia del hoy presidente Santos – resumía en un artículo bien polémico al respecto, “los avances” de la primera década del nuevo milenio en materia social: “los índices de pobreza del país son muy elevados, que el desempleo es el más alto de América Latina, que el índice de desigualdad es el mayor de la región, que la corrupción asoma su fea cara periódicamente o que la violencia sigue dando zarpazos” [1]. Y es que a un año de esa editorial las cosas se han modificado muy poco.

Más allá de varias polémicas afirmaciones – en sentido estricto, falsedades – que inundan el Plan (como el anuncio de conformar la OCDE, ¡¿estará enterada la tecnocracia neoliberal, sólo de los requisitos para integrar nuestra economía en ese marco?!), hay que subrayar tres aspectos muy llamativos parte del corpus de los lineamientos del modelo de “desarrollo” santista y sus políticas para los siguientes años: el crecimiento y convergencia regional, el emprendimiento y el buen gobierno. Estos lineamientos adquieren una visibilidad especial en tanto aparecen como los nuevos artificios retóricos (discursivos) y teóricos (aparentemente ‘técnicos’ pero profundamente ideológicos) aparentemente novedosos pero ciertamente determinantes para percatarse sobre la continuidad del modelo neoliberal en el país.

Esta es una cuestión que para muchos no resultaría evidente. Aún subsisten tozudos tutores del supuesto “fin del neoliberalismo” y de las tesis según transitamos hacia una época “post-neoliberal”, ideas por completo infundadas desde la teoría, las cifras, y desde cualquier dimensión que se quiera atender, sobre todo en Colombia. Para otros, el cabalgante neoliberalismo continúa pero no llegan advertir sus novedades frente al modelo que reinara durante las últimas décadas del siglo pasado.

Hoy por hoy la continuidad neoliberal no es lineal – o es “no-lineal”, mejor – y en este terreno se camina a través de una construcción novedosa: la de un neoliberalismo de nuevo cuño, un nuevo neoliberalismo, de profundo significado económico y geopolítico.

Intentaré resumir brevemente algunos comentarios sobre el significado del primer componente (convergencia y crecimiento proyectado para las regiones al interior de Colombia) expuesto en el Plan, ya que en otras oportunidades he analizado los relativos al ‘Emprendimiento’ y el ‘Buen Gobierno’ con relativa profundidad como centros de la nueva retórica de una misma discursiva y prácticas en el nuevo neo-liberalismo [2].

¿Convergencia y crecimiento?

Según el Plan, el enfoque regional es uno de los pilares para “reducir” los desequilibrios sociales, “mejorar” la calidad de vida de la población, y “movilizar” las capacidades de desarrollo endógeno, “aprovechando los efectos de vecindad y sus externalidades positivas para alcanzar mayor crecimiento y competitividad entre las regiones colombianas. Para ello se requiere definir incentivos en materia de localización de actividades productivas y de asignación de inversiones y recursos, y aprovechar de manera sostenible los recursos naturales” (p. 24).

¿Qué se propone esta «combinación» entre convergencia y crecimiento, considerada ahora toda una novedad? ¿En qué consiste este enfoque?

Las principales aproximaciones sobre la convergencia regional se fundamentan en un amplio marco de enfoques neoclásicos de la teoría económica que desde hace más de media década y en sus distintas versiones han venido generando varios debates sobre el particular.

Empero, en su conjunto, todas ellas gravitan en torno a una misma concepción convencional del crecimiento y privilegian la preponderancia de las fuerzas del mercado, sean éstas concebidas como libres y espontáneas (como en el pasado lo defendía la ortodoxia neoliberal y el llamado “fundamentalismo de mercado”), o también como lo defiende hoy por hoy y en medio de la crisis global la emergente heterodoxia del nuevo neoliberalismo que reserva el mismo rol a las fuerzas de mercado pero reguladas, es decir, convocando la presencia – necesaria pero pasiva – del Estado y de las instituciones públicas, las cuales existen exclusivamente para compensar y corregir las inevitables fallas del mercado y de esta manera garantizar su ‘buen funcionamiento’ (las consabidas asociaciones «público-privadas» o el espacio «público-no estatal», tan de moda en el lenguaje actual que, en lo esencial, son de naturaleza y lógica mercantiles).

Estas teorías siempre han mantenido una particular desconfianza ante la posibilidad de la intervención activa del Estado como vía para alcanzar el desarrollo (sea global, nacional, regional, local) y en clara oposición a esa alternativa. La sugestiva frase con la que se sintetiza el Plan “El mercado hasta donde sea posible, el Estado hasta donde sea necesario” (p. 21) y la fórmula que denominan Tercera Vía, entre otros, son síntomas por antonomasia de lo que acabamos de decir.

Por ello, la visión específica y general ofrecida por el nuevo Plan de Desarrollo en relación con este tópico, implica decididamente una versión neoliberal del crecimiento regional (endógeno), más allá de que estas teorías se intenten presentar con una relativa sofisticación que tiene por objeto ocultar la verdadera naturaleza de estos enfoques así como sus posibles efectos y consecuencias.

Desde las innovaciones teóricas y las evidencias empíricas hoy disponibles en términos del crecimiento económico y las convergencias regionales, ¿qué conclusiones se podrían desprender de una visión como la expuesta por el Plan?

Un documento de la CEPAL-ILPES que explora el panorama contemporáneo de las teorías de desarrollo, nos proporciona algunos elementos de juicio en torno a los aspectos contemplados por el Plan. Dice, por ejemplo, el profesor Edgard Moncayo:

(…) por la lógica interna de los modelos de crecimiento endógeno [Nota: como el que se defiende en el Plan], los teóricos de este enfoque, han seguido cuestionando la validez de la evolución hacia la convergencia inducida solo por las fuerzas de mercado (…) En síntesis, las teorías del crecimiento endógeno consideran que, de una forma u otra, los ricos tienden a ser más ricos como consecuencia de los rendimientos crecientes de escala y que la convergencia se circunscribe al club de los territorios que tienen la base de capital humano suficiente para valerse de la tecnología moderna” (cursivas fuera del texto) [3].

Pero a este diagnóstico no solo se accede teóricamente. También empíricamente. Los estudios realizados por los mismos seguidores de estos enfoques encuentran que bajo estos modelos, por dar casos de la vida real, en Europa antes que alguna relación entre convergencia y crecimiento regional se ha producido más bien una “polarización entre regiones de altos niveles y bajos niveles de renta y una disminución del número de regiones con renta intermedia”, con lo cual se ha venido generando una brecha entre regiones muy ricas y otras muy pobres, en lo que se ha denominado los clubs de convergencia (Baumol), situados en ambos espectros de renta (alta y baja).

En nuestro contexto latinoamericano la situación no es más alentadora. Los casos estudiados – comenta Moncayo, entre ellos: Brasil, Perú, Chile e, incluso, nombra a Colombia – muestran retrocesos, con regiones ganadoras y otras perdedoras netas en los países, además del incremento (la mayoría de las veces, inusitado) de las disparidades entre las regiones subnacionales. Por lo tanto, antes que comprobarse algún tipo de avance hacia la pretendida hipótesis de convergencia regional, las investigaciones en general, falsean esta idea.

Según analistas fieles al neoliberalismo, como el mundialmente conocido money-doctor Jeffrey Sachs, la única manera para entrar en “el club de la convergencia” sería adoptar políticas económicas “apropiadas” (que muchos identifican con la importancia de desplegar el llamado “capital humano”, el conocimiento y la educación formal) pero que, en lo fundamental, significa: a) aumentar los niveles de apertura y exposición internacional (desregulaciones y re-regulaciones favorables al capital transnacional) y b) garantizar la protección de los derechos de propiedad (privados, por supuesto y que también coadyuvan en un ambiente “favorable” a lo primero). Otros autores en la misma línea subrayan los impactos positivos de mejorar la infraestructura social (instituciones y políticas públicas), un eufemismo que nuevamente termina entrampado en la “necesidad” de favorecer la apertura internacional como la condición sine qua non de la hipotética convergencia.

En los estudios más optimistas, la dinámica de la convergencia llevaría a pensar en que, por ejemplo, la reducción de los costos de transacción (digamos, a través de mejoras en los costos de transporte y la inversión en infraestructura vial) inducirían espontáneamente a que los agentes económicos de las regiones en los países capaces de acceder más fácilmente a nuevas tecnologías – condición sin la cual el crecimiento en el largo plazo tendería a cero según estas teorías – terminarían desplazándose hacia aquellas regiones “menos competitivas” que cuentan con mano de obra más barata, logrando así mayores tasas de beneficio al capital y en consecuencia se animaría un círculo “virtuoso” para el crecimiento convergente. No obstante, ello no implica necesariamente mayor desarrollo per se, un concepto mucho más amplio que el de mero crecimiento económico, sin contar todavía que los supuestos con los que trabaja esta lógica son prácticamente irreales e implican, por lo menos, contar con niveles y desarrollo tecnológico monumentales, tópico en el cual, desde luego, las políticas en el país son inexistentes y la adaptación de las legislaciones laborales hacia una mayor flexibilización y desconocimiento de los derechos, lo cual sólo puede significar condiciones para los trabajadores aún más indignantes de las que hoy por hoy «gozan» bajo el régimen vigente.

Por esta razón, la ilusión de la convergencia es bien sospechosa y parecería ser entonces la perfecta excusa, entre otras, para seguir profundizando el modelo en su fase superior e insertar al país en la globalización neoliberal (con los degradantes Tratados de Libre Comercio, empezando por los de los Estados Unidos y el suscrito con la Unión Europea) y no para generar mayores niveles de vida de las regiones colombianas ni mucho menos para instaurar un crecimiento sostenido de carácter nacional que pueda traducirse en un mayor desarrollo, tal y como lo propone la misma Constitución Política de Colombia, pues uno de los mandatos constitucionales para el manejo económico propone cerrar las brechas e iniquidades regionales como fórmula para lograr el bienestar colectivo y el desarrollo para toda la nación.

Desde la evidencia empírica a nivel mundial y también tomando en cuenta el desarrollo de estas perspectivas teóricas, el profesor Moncayo concluye en su artículo: “En balance, de la aplicación de los distintos modelos de convergencia se extraen resultados contradictorios… desde la perspectiva de los modelos de crecimiento endógeno se predicen procesos de polarización o de mantenimiento de los desequilibrios…” [4].

Si se tratara de avanzar en un horizonte de mejoras, la verdadera discusión sería instalar el debate amplio y necesario sobre la transformación radical del modelo de desarrollo económico y social, auténticamente á la colombiana. y, desde luego y en primer lugar, de corte anti-neoliberal, lo cual evidentemente es una omisión del Plan y contraria al proyecto político económico que hoy rige en el país. Al contrario. Los planteamientos que aquí se suman, refuerzan la tozudez de no virar el rumbo y, con ello, avalar los lamentables resultados – principalmente en el terreno social – vistos por lo menos las últimas tres décadas bajo el neoliberalismo. El Plan en este sentido debería ser honesto y debidamente resubtitulado intercambiando el orden de sus adjetivos, pues sin duda lo que generará hacia adelante será más pobreza y menos empleo…

La historia más reciente no nos dejará olvidar que en el marco del neoliberalismo sencillamente no hay futuro. Ni en el viejo ni en el nuevo neoliberalismo.


[1] “Una década con avances”, Portafolio, 30 diciembre 2009. Cfr. también “¿Una década con avances? Respuesta a propósito de un editorial de Portafolio, disponible en línea en: www.colombiadesdeafuera.wordpress.com.

[2] Cfr. mi libro: Nueva Gramática del Neoliberalismo, disponible en línea en www.espaciocritico.com. También: “¿Un Nuevo Neo-liberalismo? Emprendimiento y Nueva Administración de ‘lo público’”. Revista Administración & Desarrollo (Bogotá: Escuela Superior de Administración Pública) No. 49, Primer Semestre y “Del Homo Œconomicus al Homo Redemptoris. Emprendimiento y Nuevo Neo-liberalismo”. Otra Economía. Revista Latinoamericana de Economía Social y Solidaria (Polvorines: RILESS) Vol. 4, No. 6. I semestre. ISSN 1851-4715. Disponible en línea: http://www.riless.org/otraeconomia..

[3] Moncayo Jiménez, Edgard, “Evolución de los paradigmas y modelos interpretativos del desarrollo regional”, Gestión Pública, No. 13, Santiago de Chile, CEPAL-ILPES, 2001, p. 36.

[4] Ibidem, p. 37.

 

Falsedades retóricas y falacias teóricas del nuevo neoliberalismo en Colombia. El Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014

 

José Francisco Puello-Socarrás[1]

josephco@yahoo.com

 

Un nuevo neoliberalismo en Colombia

 

El documento donde se proponen las bases del Plan de Desarrollo: Prosperidad Para Todos: más empleo, menos pobreza y más seguridad, bitácora de las políticas institucionales en el país durante el próximo cuatrienio, de entrada realiza un diagnóstico errado que sólo podría ser señalado de cándido o absurdamente cínico. Y como dice el refrán lo que empieza mal…

Se insiste que “durante la última década el país cambio de rumbo” y se exponen los “avances” registrados en términos del crecimiento económico, los niveles de la inversión extranjera directa en el país y las exportaciones entre un par adicional. Pero, incluso, manteniendo las cifras expuestas para nadie es un secreto que durante la última década los indicadores socioeconómicos colombianos exhibieron más bien cifras preocupantes y los fingidos avances, cuando se colocan en perspectiva comparada ya sea con la región o con el mundo, manifiestan una mediocridad meridiana. Los demás números – especialmente, los sociales – y la realidad en este terreno tampoco dejan mentir.

 

En los últimos años los progresos – si es que los hubo, más allá de dos o tres registros de alto impacto para el Gran Capital (y las transnacionales, sobre todo) pero de bajo impacto social (para las mayorías cada vez más empobrecidas en Colombia) – fueron exiguos y un análisis serio y en su conjunto de la economía colombiana revela grandes y graves retrocesos.

 

Incluso, en diciembre de 2009, el diario económico oficialista Portafolio – de la Casa Editorial El Tiempo, esa misma de la familia del hoy presidente Santos – resumía en un artículo bien polémico al respecto, “los avances” de la primera década del nuevo milenio en materia social: “los índices de pobreza del país son muy elevados, que el desempleo es el más alto de América Latina, que el índice de desigualdad es el mayor de la región, que la corrupción asoma su fea cara periódicamente o que la violencia sigue dando zarpazos”[2]. Y es que a un año de la editorial las cosas se han modificado muy poco.

 

Pero más allá de varias polémicas afirmaciones – en sentido estricto, falsedades – que inundan el Plan (como la de anunciar la entrada a la OCDE, ¡¿estará enterada la tecnocracia neoliberal, sólo de los requisitos para integrar nuestra economía en ese marco?!), hay que subrayar tres aspectos muy llamativos y que forman parte del corpus de los lineamientos del modelo de “desarrollo” santista y sus políticas para los siguientes años: el crecimiento y convergencia regional, el emprendimiento y el buen gobierno. Estos lineamientos adquieren una visibilidad especial en tanto aparecen como punta de lanza de los nuevos artificios retóricos (discursivos) y teóricos (aparentemente ‘técnicos’ pero profundamente ideológicos) tan novedosos como determinantes para percatarse sobre la continuidad del modelo neoliberal en el país.

 

Esta es una cuestión que para muchos no resultaría evidente. Aún subsisten tozudos tutores del supuesto “fin del neoliberalismo” y de las tesis según las cuales transitamos hacia una época “post-neoliberal”, ideas por completo infundadas desde la teoría, las cifras, y desde cualquier dimensión que se quiera atender, sobre todo en Colombia. Para otros, el cabalgante neoliberalismo continúa pero no llegan a percatarse de sus novedades frente al modelo que reinó durante las últimas décadas del siglo pasado.

 

Hoy por hoy la continuidad neoliberal no es lineal – o es “no-lineal”, mejor – y en este terreno se camina a través de una construcción novedosa: la de un neoliberalismo de nuevo cuño, un nuevo neoliberalismo, de profundo significado económico y geopolítico.

 

Intentaré resumir brevemente algunos comentarios sobre el significado del primer componente (convergencia y crecimiento) expuesto en el Plan, ya que en otras oportunidades he analizado los relativos al ‘Emprendimiento’ y el ‘Buen Gobierno’ con relativa profundidad como centros de la nueva retórica de una misma discursiva y prácticas en el nuevo neo-liberalismo[3].

 

¿Convergencia y crecimiento?

 

Según el Plan el enfoque regional es uno de los pilares de la fórmula para “reducir” los desequilibrios sociales, “mejorar” la calidad de vida de la población, y “movilizar” las capacidades de desarrollo endógeno, “aprovechando los efectos de vecindad y sus externalidades positivas para alcanzar mayor crecimiento y competitividad regional. Para ello se requiere definir incentivos en materia de localización de actividades productivas y de asignación de inversiones y recursos, y aprovechar de manera sostenible los recursos naturales” (p. 24).

 

Desde un punto de vista abstracto, ¿qué se propone esta combinación entre convergencia y crecimiento, considerada ahora toda una novedad? ¿En qué consiste este enfoque?

 

Las principales aproximaciones sobre la convergencia regional se fundamentan en un amplio marco de enfoques neoclásicos de la teoría económica que desde hace más de media década y en sus distintas versiones han venido generando variados debates sobre el particular.

 

Empero, en su conjunto, todas ellas gravitan en torno a una misma concepción convencional del crecimiento y privilegian la preponderancia de las fuerzas del mercado, sean éstas concebidas como libres y espontáneas (como en el pasado lo defendía la ortodoxia neoliberal y el llamado “fundamentalismo de mercado”), o también como lo defiende hoy por hoy y en medio de la crisis global la emergente heterodoxia del nuevo neoliberalismo que reserva el mismo rol a las fuerzas de mercado pero reguladas, es decir, convocando la presencia – necesaria pero pasiva – del Estado y de las instituciones públicas, las cuales existen exclusivamente para compensar y corregir las inevitables fallas del mercado y de esta manera garantizar su ‘buen funcionamiento’.

 

Estas teorías siempre han mantenido una particular desconfianza ante la posibilidad de la intervención activa del Estado como vía para alcanzar el desarrollo (sea global, nacional, regional, local) y en clara oposición a esa alternativa. La sugestiva frase con la que se sintetiza el Plan “El mercado hasta donde sea posible, el Estado hasta donde sea necesario” (p. 21) y la fórmula que denominan Tercera Vía, entre otros, son síntomas por antonomasia de lo que acabamos de decir e – insistimos – son auténticamente neoliberales aunque se quiera remozarlas como algo distinto.

 

Por ello, la visión específica y general ofrecida por el nuevo Plan de Desarrollo en relación con este tópico, implica decididamente una versión neoliberal del crecimiento regional (endógeno), más allá de que estas teorías se intenten presentar con una relativa sofisticación que tiene por objeto ocultar la verdadera naturaleza de estos enfoques así como sus posibles efectos y consecuencias.

 

Desde las innovaciones teóricas y las evidencias empíricas hoy disponibles en términos del crecimiento económico y las convergencias regionales, ¿qué conclusiones se podrían desprender de una visión como la expuesta por el Plan?

 

Un documento de la CEPAL-ILPES y donde se explora el panorama contemporáneo de las teorías de desarrollo, nos proporciona algunos elementos de juicio en torno a los aspectos contemplados por el Plan. Dice, por ejemplo, el profesor Edgard Moncayo:

 

(…) por la lógica interna de los modelos de crecimiento endógeno [Nota: como el que se defiende en el Plan], los teóricos de este enfoque, han seguido cuestionando la validez de la evolución hacia la convergencia inducida solo por las fuerzas de mercado (…) En síntesis, las teorías del crecimiento endógeno consideran que, de una forma u otra, los ricos tienden a ser más ricos como consecuencia de los rendimientos crecientes de escala y que la convergencia se circunscribe al club de los territorios que tienen la base de capital humano suficiente para valerse de la tecnología moderna” (cursivas fuera del texto)[4].

 

Pero a este diagnóstico no solo se accede teóricamente. También empíricamente. Los estudios realizados por los mismos seguidores de estos enfoques encuentran que bajo estos modelos, por dar casos de la vida real, en Europa antes que alguna relación entre convergencia y crecimiento regional se ha producido más bien una “polarización entre regiones de altos niveles y bajos niveles de renta y una disminución del número de regiones con renta intermedia”, con lo cual se ha venido generando una brecha entre regiones muy ricas y otras muy pobres, en lo que se ha denominado los clubs de convergencia (Baumol), situados en ambos espectros de renta (alta y baja).

 

En nuestro contexto latinoamericano la situación no es menos alentadora. Los casos estudiados – comenta Moncayo,  entre ellos: Brasil, Perú, Chile e, incluso, nombra a Colombia – muestran  retrocesos, con regiones ganadoras y otras perdedoras netas, además del incremento (la mayoría de las veces, inusitado) de las disparidades entre las regiones. Por lo tanto, antes que comprobarse algún tipo de avance hacia la pretendida hipótesis de convergencia regional, las investigaciones en general, falsean esta idea.

 

Según analistas fieles al neoliberalismo, como el mundialmente conocido money-doctor Jeffrey Sachs, la única manera para entrar en “el club de la convergencia” estaría en adoptar políticas económicas “apropiadas” (que muchos identifican con la importancia de desplegar el llamado “capital humano”, el conocimiento y la educación formal) pero que, en lo fundamental, significarían: a) aumentar los niveles de apertura internacional (desregulaciones y re-regulaciones favorables al capital transnacional) y b) garantizar la protección de los derechos de propiedad (privados, por supuesto y que también coadyuvan en un ambiente “favorable” a lo primero). Otros autores en la misma línea subrayan los impactos positivos de mejorar la infraestructura social (instituciones y políticas públicas), un eufemismo que nuevamente termina entrampado en la “necesidad” de favorecer la apertura internacional como la condición sine qua non de la hipotética convergencia.

 

En los estudios más optimistas, la dinámica de la convergencia llevaría a pensar en que, por ejemplo, la reducción de los costos de transacción (digamos, a través de mejoras en los costos de transporte y la inversión en infraestructura vial) inducirían espontáneamente a que los agentes económicos de las regiones capaces de acceder más fácilmente a nuevas tecnologías – condición sin la cual el crecimiento en el largo plazo tendería a cero según estas teorías – y en ese caso se terminarían desplazando hacia aquellas regiones “menos competitivas” pero que cuentan con mano de obra más barata, logrando así mayores tasas de beneficio al capital y en consecuencia se animaría un círculo “virtuoso” para el crecimiento convergente. No obstante, ello no implica necesariamente mayor desarrollo per se, un concepto mucho más amplio que el de mero crecimiento económico, sin contar todavía que los supuestos con los que trabaja esta lógica son prácticamente irreales e implican, por lo menos, contar con niveles y desarrollo tecnológico monumentales, tópico en el cual, desde luego, las políticas en el país son inexistentes.

 

Por esta razón, la ilusión de la convergencia es bien sospechosa y parecería ser entonces la perfecta excusa, entre otras, para seguir profundizando el modelo en su fase superior e insertar al país en la globalización neoliberal (con los degradantes Tratados de Libre Comercio, empezando por los de los Estados Unidos y el suscrito con la Unión Europea) y no para reparar los niveles de vida regionales ni mucho menos para instaurar un crecimiento sostenido de carácter nacional que pueda traducirse en un mayor desarrollo, tal y como lo propone la misma Constitución Política de Colombia, pues uno de los mandatos constitucionales del manejo económico propone cerrar las brechas e iniquidades regionales como fórmula para lograr el bienestar colectivo y el desarrollo para toda la nación.

 

Desde la evidencia empírica a nivel mundial y también tomando en cuenta el desarrollo de estas perspectivas teóricas, el profesor Moncayo concluye en su artículo: “En balance, de la aplicación de los distintos modelos de convergencia se extraen resultados contradictorios… desde la perspectiva de los modelos de crecimiento endógeno se predicen procesos de polarización o de mantenimiento de los desequilibrios…”[5].

 

Si se tratara de avanzar en un horizonte de mejoras, la verdadera discusión sería instalar el debate amplio y necesario sobre la transformación radical del modelo de desarrollo económico y social, auténticamente á la colombiana. y, desde luego y en primer lugar, de corte anti-neoliberal, lo cual evidentemente es una omisión del Plan y contraria al proyecto político económico que hoy rige en el país. Al contrario. Los planteamientos que aquí se suman, refuerzan la tozudez de no virar el rumbo y, con ello, avalar los lamentables resultados – principalmente en el terreno social – vistos por lo menos las últimas tres décadas bajo el neoliberalismo. El Plan en este sentido debería ser honesto y debidamente resubtitulado intercambiando el orden de sus adjetivos, pues sin duda lo que generará hacia adelante será más pobreza y menos empleo…

 

La historia más reciente no nos deja de recordar que en el marco del neoliberalismo sencillamente no hay futuro. Ni en el viejo ni en el nuevo neoliberalismo.

 


[1] Politólogo. Investigador del Grupo Interdisciplinario de Estudios Políticos y Sociales, Theseus (UNAL-Colombia), la Corporación ConCiencia Política (Colombia) y la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISYP-Argentina).

[2] “Una década con avances”, Portafolio, 30 diciembre 2009. Cfr. también “¿Una década con avances? Respuesta a propósito de un editorial de Portafolio, disponible en línea en: www.colombiadesdeafuera.wordpress.com.

[3] Cfr. mi libro: Nueva Gramática del Neoliberalismo, disponible en línea en www.espaciocritico.com. También: “¿Un Nuevo Neo-liberalismo? Emprendimiento y Nueva Administración de ‘lo público’”. Revista Administración & Desarrollo (Bogotá: Escuela Superior de Administración Pública) No. 49, Primer Semestre y “Del Homo Œconomicus al Homo Redemptoris. Emprendimiento y Nuevo Neo-liberalismo”. Otra Economía. Revista Latinoamericana de Economía Social y Solidaria (Polvorines: RILESS) Vol. 4, No. 6. I semestre. ISSN 1851-4715. Disponibles en línea: http://www.riless.org/otraeconomia..

[4] Moncayo Jiménez, Edgard, “Evolución de los paradigmas y modelos interpretativos del desarrollo regional”, Gestión Pública, No. 13, CEPAL-ILPES, 2001, p. 36.

[5] Ibidem, p. 37.